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Dandole a la Lengua

Es mal hablado, mal escrito.






          Cuando era estudiante de primaria (hace tiempo), una de las virtudes inculcadas era el uso apropiado de la lengua, tanto oral como escrita, así como el correcto uso de los signos de puntuación. Hoy día, la escritura es un reflejo de la oralidad “moderna” y nos encontramos, al revisar las redacciones de nuestros pupilos, con perlas como estas: ¿Y pedro? ¡Taca tras!; ¿tu bas pa la plalla? ¡Si, la semana q’ biene! 

     En otras instancias, la confusión entre los homónimos es de coger palco, pues asumen que ay (la interjección) es la misma cosa que ahí (adjetivo demostrativo) y entonces tenemos un arroz con mango: ¡yo lo dejé ay! o ¡ahí, ahí, eso duele! Estos errores comunes se convierten, por vía de generalización, en una regla impelable al intentar aprender una segunda lengua en el bachillerato, ergo respuestas como estas: Jorge, ¿qué significa yellow? ¡Eso es hielo, profe! 

      Regresando al español, muchos desconocen la regla de uso de la “B” versus la “V” y entonces escriben galimatías como estos: ¡er tuvo di agua se rompió! ¡yo tube que dirme polque taba enfelmo! La concordancia entre sujeto y adjetivo no existe: ¡Me costó 20 boliva! Así de una, sin mayúsculas, acentos ni el más mínimo respeto por el DRAE, el cual es herramienta de consulta obligatoria. Ni hablar de las palabras agudas, graves y esdrújulas. Cuando insistimos en el uso del acento tanto ortográfico como fonético, entonces tenemos esto: ¡boi a cogé er lápi! ¿Y las consonantes finales? No, ¡qué va! ¡Voto tierrita y no juego más!

Autor: M. Sc. Jesús Navas Bruzual
Lingüista & Traductor
 IUTIRLA Extensión Cumaná

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