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Dandole a la Lengua

¡Criollísimo!


     Una de las características más resaltantes de la lengua es su constante movilidad y su capacidad, como fenómeno social, de adaptarse camaleónicamente al momento histórico o coyuntural. En los juveniles tiempos universitarios de nuestros progenitores la expresión lipa indicaba una barriga de buen tamaño, de origen sancochero y era motivo de orgullo para su portador.

     En los convites (reunión informal) nunca faltaba un liso (un vivían no convidado) que con la excusa de saludarte, se pegaba a la mesa cual lamprea, por lo cual era considerado por los presentes como un sablista (vividor y aprovechado) y de paso, mabitoso (¡que trae mala suerte, uuff!), porque la mabita (alegoría costumbrista a la diosas Fortuna y Azar) existe, aunque yo no las haya visto, ni me las hayan presentado. Entre esos amigos cercanos, siempre había alguno que era machete (capaz, decidido y amolaísimo el tipo) en algún arte u oficio y, en consecuencia, mataba sus tigres (¡hacía dinero extra!) cualquier día de la semana (y era el que inevitablemente invitaba las lisas), aunque en ocasiones no daba pie con bola (no distinguía la O de la Q) y hacia el trabajo a la machimberra (de muy mala forma) y ergo, recibía sus mamonazos (golpes) tanto físicos como verbales.

     Hoy día, la lipa se transformó en panza y su portador en panzón, guatón (en Chile y Uruguay), las lisas pasaron a ser las frías o las catiras, pero el sabor y el colorido de la lengua sigue siempre vigente y siempre cambiante.

Autor: M. Sc. Jesús Navas Bruzual
Lingüista & Traductor

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